domingo, 18 de agosto de 2013

Pescado

Eran escamas plateadas. Los bronquios se dilataban, en una respiración que sólo se logra con la lengua convulsionando  entre los muslos. Se trataba de un asesinato, una muerte repetida, muerte justificada en pro de la alimentación humana. 

Mi abuela me contó que Jesús multiplicó los peces, fue la primera vez que me sentí excitada, sin entender que significaba eso.

-¿Al ajillo o a la plancha? Yo lo quería entero, con ojos, unos ojos de vidrio observándome mientras le abro los lados para sacarle la carne, las espinas. (Toca despacio con la punta de la lengua cargada de saliva el borde de la unión que hay en los dedos, ahora mordisquea, es imposible). 
Cuando era pequeña, metía un palillo en los ojos de los pescados que se encontraban empacados en Palí. Yo no se porqué, pero después sólo estaban detrás del vidrio, y yo me acercaba a mirarlos pensando en que me extrañaban y mis manos quedaban pintadas  por el aliento que chocaba contra la vitrina , después regresaba triste a casa, sin la satisfacción de atravesar la pupila  muerta y húmeda. 
 Una vez mi papá casi deja ciegos a una docena de peces por intentar sacar una foto, que deporsí  tenía muy pocas probabilidades de quedar bien. (Yo pellizque mi muslo de contenta, una bomba de chicle me reventó en la cara). 
En el cole tenía una profesora que olía feo, y de apodo le decían Panocha de sirena, yo pensaba en ella metida en la cola de un pez, intercambiando su vagina hedionda por una aleta que le daba una velocidad impresionante en el mar. La física matemática del océano se calculaba según los camarones que yo me comía con salsa rosada.
 Los peces eran mi destino. 
Cuando tenía 16, vi un reportaje de una mujer que se le metió un pececillo en su "puchi", desde ese día mi entusiasmo por los ríos aumentó, sin embargo, poco después comenzó a incomodarme el tamaño del pez incógnito. (Nunca me gustó esa película del calamar gigante) 

Yo me preguntó: ¿cuántas recetas de pescado existen en el mundo?. ¿Cuánta gente se masturbará pensando en peces?

A la mesa llegó el plato, adornado con algo verde (no me lo comí), y el pescado desnudo, con los costados abiertos, se le veía el blanco de la carne, las aletas tostadas, y el hueco, un hueco profundo donde iban sus ojos, los ojos que yo atravesaba hasta sentir un vacío en mi estómago. Con mi mano derecha sujete el tenedor, con la izquierda le exprimía un limón, él saltaba en mi plato, iba dejando la amargura de su vida absurda en 2 segundos de recuerdo, su cola me pegaba en el pecho, yo giraba el plato rápidamente  miraba a mi alrededor como todos arrancaban la cabeza de sus victimas y la colocaban a un lado como  para que pudieran observar como su cuerpo era devorado. Un hombre agarró una espina y comenzó a limpiarse los dientes, sacando los rastros de un almuerzo saludable. La cerveza era la espuma del mar, y Zeus me punzaba el culo y me gritaba que me comiera el pescado. 

He tocado todo mi cuerpo tantas veces buscando la textura del animal, pero no existe, sólo en mi lengua, pero mi lengua está maldita. El pez se me atoró en la garganta, como el sexo masculino entra y sale de la boca queriendo hundirse hasta llegar a no se donde. 
El pez ya no salió nunca, a pesar de que veo el agua del retrete f-i-j-o, mientras introduzco mis dos dedos en la boca, tocando casi el galillo, pero no sale, me presiono el estomago, cae un poco de agua. El pez se me fue hasta la sangre. Al menos sus escamas plateadas eran hermosas. 

viernes, 16 de agosto de 2013

Fui, voy, iré


-La  clase se redujo a una discusión sobre la existencia de Laura, Laura muerta, Laura viva, Laura desnuda, Laura con cabello rubio, con ojos del alma, Laura como el aura, Laura como el demonio, como el pecado, como la virgen y la pasión. Yo dudaba de la existencia del escritor, y como todo, se me paso el interés.  Así fue como llegue a pensar en la Maga, tan trillada, tan tonta, tan desplazada a cuerpos ajenos  por amantes ridículos que dedicaban rayuela por "cultura", por estupidez.  Imaginé a Dante haciendo el amor con Beatriz en la boca de Lucifer, después con Dolores, con Helena, con Albertina y con todas las putas literarias. 

Eso le contaba a él, que poco parecía prestarme atención, y movía el palillo blanco del vaso con ron o algo así. Yo sabía que el desenlace de la conversación podría repetirse en  eso de "si me dices que me vaya, me iré para siempre, mírame el rostro, los labios que deseas, mírame sentado en tu sillón, donde nos besamos por primera vez, con el sonido de un reloj que tenía una hora atrasada, asegúrate de olvidarme, y que si me voy nada pasa, porque vos estas enamorada de otro". Yo estaba alucinando, las conversaciones solo se me han terminado así una vez en la vida, y me dolían los pies y me sonaban las tripas del hambre. ¿Hacer el amor con hambre? no. 

Dejé el bar o la cafetería. donde sea que estaba porque tenía un compromiso, de esos clandestinos que después revelo en cosas como estas, pero que nadie puede preguntarme porque es absurdo, porque sería como preguntarle a Petrarca si Laura realmente existía (que vergüenza). No recordaba muy bien la casa, si el jardín, así que  confié de eso. Comenzó a llover, caminaba rápido, quería ir linda, pero llegue mojada y sudada, llegué. Quizás a él si le interesaba mi clase de literatura universal, pero se me olvidó todo. Pase a su cuarto disimulando ser una estudiante de música, salude a su madre, que se llamaba Lucía, como todas las Lucias del mundo, y olía rico. Dejé mi bolso, donde lo dejaba cuando tenía 15  y él 28. Escuché la puerta cerrarse, los pasos acercarse, hasta que sentí su mano metida entre mi calzón, como queriendo comprobar el calor, como un científico que después valoraría los resultados junto con sus amigos científicos desempleados. Yo era uno de esos animales de laboratorio, daba lastima y estaba asustada; pero yo quise ir, quise que él cerrara la puerta con doble llave, quise volver a sentir lo deliberadamente incorrecta que puede ser una tarde. 

El cuarto estaba diferente, estaba ordenado, las partituras en una esquina, los instrumentos en la otra, un cuadro de un gato, una alfombra azul, y un mueble con una computadora vieja, pero que funcionaba bien, eso me dijo. No me importaba que había pasado en cinco años, si estaba saliendo con alguna chica, si tenía un hijo o había comenzado a drogarse diariamente, nada era relevante. Le di un beso en los labios, un beso de tres segundos, con los cuerpos distanciados, con las manos pesadas por mi puño cerrado. Me senté donde se sientan todos sus estudiantes, pensé en las chicas que pudieron estar acá mintiendo que aprendían, y sólo venían por amor, o algo así, yo nunca vine por amor. 

-Tenes el cabello distinto, la última vez que nos vimos en Nicaragua, estaba tan corto, ¿te recuerdas? . -Sí, la madrugada que corriste descalzo y no supe que decir, porque de repente me decías que me querías al frente de mi exnovio, al que amaba, pero no besaba porque su novia estaba durmiendo a tres metros de mi tiendita. Él sonrió y yo pensé en un pésimo trío. -Igual, se te ve bien, como todas las cosas siempre se te vieron bien, menos aquella vez que se te pego el fleco mojado en la frente y parecías un bichicho extraño. 

-¿Porqué viniste?. Era esa pregunta tonta que siempre me hago cuando llego a algún sitio y nunca respondo, porque creo que se trata de un asunto filosófico espacial-temporal que poco me importa. Me quedo en silencio, bajo la cabeza, junto las rodillas, miró mis zapatos mojados y al mismo tiempo los zapatos de él. No hay nada igual, excepto su uso, ¿para que funcionan los zapatos?.No se cuanto tiempo pasa mientras yo sólo estaba ahí sentada, ahora pensando en demasiadas cosas, y él mirándome, esperando paciente mis confesiones, no, esperando que quisiera desnudarme, si, eso esperaba hace cinco años. 

-Yo nunca tuve que haber venido. -Me tenes cansado con estas cosas, porque no puedes decidir, porque no te vas y ya, porque siempre queres hacer un circo con todo, porque no puedo tratarte mal y de una vez por todas mandarte para la mierda. (bla..bla..bla)

Eran las 8: 13 pm, yo volvía a casa en bus que olía a humedad, sudor, y multitud, esa mezcla asquerosa de perfumes, con los pies mojados, mirando por la ventana como cualquier pasajero, contando los días para la entrega de un trabajo, buscando en los contactos a alguien que hace mucho no veía, apunté el numero. 88764045. Marqué. Ya no existe. Quizás él era como Laura.