sábado, 26 de abril de 2014

Diamante: dormí con él


Querida Diamante

Te recordas cuando eras la hija de Dios. Cuando te cortaste el cabello como un chiquillo y te llenaste de azul la pava. Usabas una blusa de colores pastel. Todos  comíamos desde afuera. Yo amaba tu costilla quinta derecha y ancha. Antes te curabas con homeopatía o con una nalgada de tu primo. Me arrodille ante vos, con la lengua húmeda y los ojos bien abiertos. Me perdonaste. Qué días de lluvia. Ya no me duelen las manos, seguro es por la promesa que hice en semana santa.

En fin, sólo escribía para contarte que las cosas han cambiado, aunque sigo teniendo 21.(perforar). Cómo no sonar cliché Diamante, cómo si su piel es blanca. Kundera y esas cosas de dormir juntos, y yo sólo lo abrazo y siento que estoy ahí analizando su respiración hasta quedarme dormida. Y hasta dormir es placer. Entiendes. Me recuerda a un cromo de unicornio que me pegaba sobre la mancha de mi mano, lo veía tan hermoso. Me dieron ganas de quitarle los lentes y chuparle los ojos. Todos esos verbos. Las cosas que brillan. Las palabras al oído pero realmente sucias. Una basura de vulgaridades. Yo no soy así siempre. Yo no. Pero ahora Diamante, ahora creo que me siento como la hija de Dios que van a matar mañana sino me mete la mano, ya sabes.

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